EL FESTIVAL DE LA BUENA VOLUNTAD

-Así que eres amigo de la Luna?- le preguntó su amigo al niño, quién se quedó un poco desconcertado, pues no recordaba habérselo contado.

-Nos contaste esa vez que la Luna te invitó al cumpleaños de Buda- le respondió el amigo, ante la cara de pregunta del niño.

-Ah sí!- exclamó el niño cuando apareció el recuerdo en su mente.

-Y cómo te hiciste amigo de la Luna?- le preguntó el amigo con curiosidad.

El niño no sabía bien cómo explicarlo, porque en realidad no se había dado cuenta cómo se habían hecho amigos, simplemente siempre lo habían sido.

-Siempre conversábamos la Luna y yo. Cuando la veía de noche en el Cielo y cuando no la veía, también. La saludaba y ella a mí.. Después le contaba algo y ella me comentaba otra cosa o le preguntaba algo y ella me respondía. Todo esto en mi mente, por supuesto- explicaba el niño a su amigo. –Y se me hizo tan típico que se convirtió en normal, como que fuera de siempre, como lavarse los dientes, uno lo hace siempre; pero no se acuerda cómo lo aprendió.

-Es que adentro de uno pasan muchas cosas!- respondía el niño entusiasmado con la conversación.  –Adentro de uno hay todo un mundo, grande, graaaande….enorme! Bueno es todo el Universo que está adentro de uno mismo. El Universo infinito-

-Pero cómo? Y no es que el Universo está afuera? …los planetas y las galaxias, en el espacio?- se preguntó el amigo.

-Sí, también- le contestó el niño –Afuera esta el Universo que es duro, sólido, lo que se toca y se ve, la materia. Y adentro está lo que no se puede tocar, aquello que las cosas son en verdad en verdad. Por ejemplo –proseguía el niño –tú y yo tenemos un cuerpo físico, que se toca y se ve, es duro, pero en verdad en verdad, somos lo que está adentro del cuerpo, unas almitas de luz y amor. Bueno, como todos los seres humanos.

-Cómo?- preguntó el amigo, con curiosidad –cómo es eso, cómo es el alma?

-Mira, la Luna me contó que cuando estás dentro tuyo eres más radiante que el Sol!

-Wow, eso es muuuuy radiante!-

-Sí. Y cuando respiras profundo y estás contento, eres más puro que la nieve!- prosiguió el niño.

-Cómo más puro?-

-Más blanco y brillante-

-Aaaah que blanco y brillante soy!-

-Y más sutil que el éter!-

-Qué es el éter?-

-Es esa energía que está adentro tuyo y te da fuerza.

-Ah! Esa alma soy yo…yo soy esa alma…- Reflexionaba el amigo.

-Sí, ese es el Espíritu dentro de tu corazón-.

– Entonces adentro de uno mismo están todas las cosas como son en verdad- dijo el amigo, entendiendo con el corazón. –Entonces ahí adentro esta todo?-

-Sí, todo-

-Wow que divertido!, todo está afuera y adentro a la vez, es como doble! Jajajajaja-

-Sííí. Yo también converso adentro mío!- le contaba el amigo al niño -en mi mente, calladito y me gusta hacerlo jejejeje-

-La luna me contó que a veces uno conversa con los angelitos que te cuidan- le comentaba el niño -y a veces uno conversa con uno mismo. Uno mismo como angelito-

-Ah! uno mismo como almita- le respondió el amigo que ya estaba entendiendo perfectamente.

-Sí, uno mismo como almita de luz y amor. Uno también se cuida a uno mismo, y también es su propio amigo- señalaba el niño.

-Uno amigo de uno mismo? Jajajaja O sea, ahora seríamos 4 amigos conversando?-

-Sí! Jajajaja- y los dos amigos se echaron a reir….O los 4 amigos!Entonces los niños quisieron cerrar los ojos para explorar. Ya sabían que al cerrar los ojos se encontrarían con todo un mundo, o con todo un Universo, mejor dicho. Al principio sólo vieron negro, pero pronto empezaron a sentirse a ellos mismos.  Sentían que estaban ahí adentro de ese espacio negro y vacío. Aún manteniendo los ojos cerrados, los niños se preguntaron en voz alta:

 

-Estás ahí?

-Sí, y tú?

-Sí, también-

Una corriente como de electricidad les recorrió toda su columna como si les hicieran cosquillas desde los pies hasta la cabeza, el pelo y más allá. Y sus pechitos se inflaron de luz, era su corazón que estaba contento.

Cuando los niños abrieron los ojos se dieron cuenta que nosotros los humanos estamos afuera y adentro a la vez, entre el Universo de afuera y el Universo de adentro, entre el Cielo que está adentro y la Tierra que está afuera, entre el Cielo que está arriba y la Tierra que está abajo.

-Bueno, todo está adentro y afuera, los animales y plantas también, la diferencia es que nosotros, los humanos, nos podemos dar cuenta de eso- reflexionó el amigo.

-Claro!, entonces podemos traer esa luz de amor que vimos dentro, hacia acá afuera, al mundo duro de la Tierra …y cuando nosotros queramos!- añadió el niño, con sorpresa y alegría, abriendo grandes sus ojos, de puro entusiasmo.

-Síííí- exclamó el niño, ante este gran hallazgo  –Pero….cómo?- se preguntó en voz alta, con un poco de desánimo pues no se le ocurría la forma de hacerlo.

-Pues ayudando a otros, entregando amor!- repuso el amigo -cuando sea grande voy a ayudar a otras personas. Voy a ser periodista y voy a hacer que todos estén conectados con todos, que las personas se comuniquen y conozcan todas las úúúúltimas noticias!- gritó al aire entusiasmado.

-Pero podemos aportar ahora! Para qué vamos a esperar ser grandes o crecer para ayudar, si podemos hacer algo ahora con la edad que tenemos. Estoy seguro que algo se puede hacer- señaló con firmeza el niño.

-Sí, sabes que el vecino del lado no se comunica con nadie, a él debo conectarlo con los demás vecinos y se sienta parte del barrio- exclamó el amigo, sintiendo el entusiasmo en su pechito iluminado.

-Ay no- repuso el niño algo perturbado -yo no me atrevo a ir donde él. Nadie le habla. Dicen que es muy pesado y enojón, que gruñe y reta a los niños que tocan el timbre de su casa. Por algo le llaman “el gigante egoísta”. No, yo no quiero ir para allá- señaló el niño, cruzando los brazos.

-Y podría hacer que lo incluyeran en el chat de los vecinos- proseguía el niño, sin tomar en cuenta el temor de su amigo –así estaría comunicado con todos y tendría las noticias de úúúúltimo minuto!!- terminó de decir levantando la voz y mirando al cielo, como si él fuera un superhéroe y se tratara de una misión de super mega full servicio galáctico!

Y como era un vecino difícil de conversar con él, los niños decidieron llegar con unos regalitos. Le llevaban unas semillas, una plantita con flores rojas llamada “alegría del hogar” y un chocolate que uno de los niños tenía en el bolsillo hace días.

-Y échale a los regalos un poco de la luz que te regaló el Buda el otro día, te queda?- le preguntó el amigo al niño.

-Sí, sí me queda, nunca se acaba- Y le echó un puñadito de luz que sacó de su pecho infinito.

Los regalos resplandecían de luz y las alegrías del hogar estaban más alegres que nunca! Pero los niños estaban nerviosos. Hace rato estaban parados frente al portón del gigante egoísta, pero no se atrevían a tocar el timbre de su casa. De pronto, apareció la vecina del frente. Ella era el opuesto del vecino gruñón, era muy buena onda, simpática, sociable y divertida, amiga de los niños y de todos en el barrio, excepto del gigante egoísta. A pesar de vivir frente a su casa, nunca habían cruzado palabra alguna.

-Porque no me gusta cómo él se comporta- explicaba ella, al ser consultada por los niños–no saluda, esquiva la mirada, no comparte. No estoy de acuerdo con su forma de comportarse como vecino. Ustedes saben que yo no soy así- les explicó amablemente la vecina, desde la vereda del frente.

-Pues si no le regalamos nuestra mirada, nunca va a aprender a mirar- le dijo uno de los niños.

– Si alimentamos el rechazo, hacemos más rechazo. Si criticamos aquello con lo que no estamos de acuerdo, llenamos el barrio de crítica-. Señaló el otro niño.

-Promover el bien no tiene por qué ir de la mano con despreciar el mal- reforzaron los niños.

La vecina hizo silencio, se sorprendió y se quedó escuchando las palabras de los niños en su mente, pues nunca lo había pensado de esa forma.

-Nosotros tampoco estamos de acuerdo con su forma de comportarse- le explicaron los niños -porque no nos devuelve las pelotas que se nos caen a su patio cuando estamos jugando. Pero no lo queremos criticar ni tampoco enojarnos con él, como él lo hace con nosotros. Si no que le llevamos unos regalitos porque lo queremos incluir.

-Sí niños!- les contestó la vecina –les comprendo lo que me dicen-. Ahora contenta con lo que se acababa de dar cuenta, cruzó a la otra vereda y tocó el timbre de la casa del vecino para incentivar a los niños a conversar con él. Y se fue prometiendo incluirlo en el chat del condominio.

-Quéééé quieeeeereeeeen niñoooos!!!!!- Les gruñó una voz fuerte, ronca y raspada. Era el gigante egoísta.

Con voz entrecortada, los asustados niños le explicaron que le llevaban unos regalitos: unas semillas, una alegría del hogar y un chocolate. El vecino quedó estupefacto, su voz cambió de inmediato, conocía perfectamente las alegrías del hogar, eran sus flores preferidas y además, amaba el chocolate!. Mientras recibía los regalos, su osca carita empezó a encenderse y a esbozar una pequeña sonrisa. No se pudo resistir y abrió inmediatamente el chocolate que, sorprendentemente compartió al instante con los niños. “No es egoísta» pensaron ambos simultáneamente, se miraron y supieron que el otro estaba pensando lo mismo, mientras recibían el chocolate que les convidaba el vecino. En la primera mascada el rostro del vecino se empezó a alegrar, miró las semillas y la plantita y se alegró aún más y en la segunda mascada de chocolate ya estaba definitivamente feliz y los niños también!!. Durante unos minutos, sólo degustaban el rico chocolate, que además les encantaba a los 3! Se miraban y sonreían, los 3 sintiendo el dulzor suave a cacao en su boca. “Mmm está exquisito” pensaba cada uno, mientras se cruzaban sus cómplices y golosas miradas. Los 3 sintiendo que se estaban haciendo amigos.

Los niños notaron que de a poco la cara del ex gigante egoísta cambiaba, que su voz era más suave, y que su actitud se volvía tranquila y hasta un poco tímida. Ahora era él quien estaba algo asustado con la presencia de los niños en su casa. Les contó que hace 10 años que nadie entraba a su casa. Después de preguntarle por qué no saludaba, por qué no entregaba las pelotas a los niños, por qué no compartía con los demás vecinos, los niños fueron comprendiendo que el gigante egoísta era profundamente tímido, que les tenía susto a las demás personas. Y desde que supo que le decían el “gigante egoísta”, se murió de verguenza, se sintió rechazado y más se aisló de todo contacto. Pero la presencia y los regalos de los niños le devolvieron la confianza y la alegría de compartir.

Aún comían chocolate cuando invitó a los niños a conocer su jardín. El gigante era amante de las plantas y tenía su jardín lleno de flores. Flores de colores, miles de colores, que emanaban unos aromas maravillosos. Se mezclaba el olor de las lavandas, con el jazmín y las petunias, en una sinfonía de fragancias y colores. Muchas flores, muchas. Suspiros azules, lavandas violetas, juncos amarillos, clavelinas en distintos tonos de rosa, juncos amarillos, caléndulas naranjas, rosas blancas y rojas; y verde, mucho verde en ese jardín hermoso, lleno de vida y color! Era un paraíso de perfumes, flores y colores. En un lado de patio, el gigante tenía un pequeño estanque con flores acuáticas. Había un loto florecido, bello, blanco y radiante.

El niño se paró en una orilla del estanque y pensó “quisiera cruzar de este lado del estanque al otro”. De repente recordó el regalo del Buda que tenía en su pecho. Entonces, para activar el regalo, con todo su corazón quiso unir los dos lados, las dos orillas del estanque. De pronto, desde sus pies comenzó a aparecer un puente que unía ambos lados del pequeño laguito. Era un puente de luz, de colores, redondo, arqueado, igual a un arcoíris.

-Wow es un puente-arcoiris!- exclamó el niño, mientras avanzaba por él, hasta llegar a la otra orilla, lleno de risas por lo que acababa de ocurrir. Y también reía porque el sube y baja del arcoiris le daba cosquillas en su pancita, como en un ascensor o en la montaña rusa, pero suavecito. Sobre este redondo puente de luz el niño llegó a la otra orilla y a pesar de que ya se encontraba al otro lado, el puente continuaba ahí, luminoso, brillante, colorido y firme, no se disolvía. Ambos lados de la lagunita quedaron unidos para siempre. Cuando su amigo vio que había aparecido un puente de luz, de inmediato avanzó también por él, riendo y saltando mientras cruzaba de un extremo a otro. Asimismo lo hizo el gigante, cada vez más sorprendido con la visita de los niños.

Ahora los niños quisieron formar un puente entre el patio del gigante, donde estaban, hasta la plaza del barrio, donde estaban los juegos de los niños y que quedaba unas casas más allá. Y de pronto, comenzó a aparecer un fulgor colorido desde los pies de ambos niños que los fue llevando por el aire hasta la plaza, deslizándose suavemente por el puente-arcoiris. Se iluminaban sus pies, hasta su rostro, la luz era fuerte y muy brillante. Bella, de colores, muy luminosa. Avanzaba e irradiaba. Los niños se deslizaban suavemente por el luminoso puente de colores que nacía segundo a segundo bajo sus pies, hasta que…. pum! Llegaron a la plaza! Y se pusieron a jugar. De pronto se dieron cuenta que en la medida que lo quisieran, se formaban puentes entre un juego y otro. Cuando querían ir de un juego a otro juego, se formaba un nuevo puente-arcoíris bajo sus pies y ellos avanzaban por el aire hasta llegar al otro lugar. Puentes de luces de colores comenzaron a conectar los columpios con el resbalín, la pirámide de madera con los otros columpios y éstos con los balancines sube y baja. Así, todos los juegos de la plaza tenían puentes que los conectaban entre sí, de modo que los niños ni siquiera tenían que pisar el suelo para pasar de un juego a otro…era lo máximo!!

El ex gigante egoísta, ahora vecino amigo de los niños, quedó tan contento con la visita y los regalos, que decidió abrir su casa y compartir su jardín. Puso un letrero en su portón para regalar alegrías del hogar, que tenía tantas! Y cuando las personas entraban a su casa, también aparecía en sus pies un puente arcoiris que los llevaba volando por el arcoiris hasta el patio de atrás, donde estaba el precioso jardín de flores de colores y aromas exquisitos.

Se corrió la voz entre los vecinos, y al poco rato, todo el barrio conocía y visitaba el hermoso jardín del tímido vecino que se alegraba con cada alegría del hogar que regalaba. Las flores iban con la magia que el Buda había regalado al niño. Entonces cada vecino que llevaba una alegría del hogar a su casa, podía formar puentes donde él quisiera, sólo con desearlo con el corazón. De este modo se fueron formando montones de puentes que unían los más diversos lugares. Aparecieron puentes que unían la plaza con la casa de muchos niños, el negocio de la esquina con la casa de la vecina, la casa de los niños con las copas de los árboles, las casas de los vecinos que eran amigos quedaron unidas por puentes y las casas de los que no eran amigos también quedaron unidas, de modo que los no amigos terminaron siendo amigos, de tanto ocupar los puentes para allá y para acá!

Al poco tiempo, los puentes de colores empezaron a extenderse, de casa a casa, de calle a casas, de almacén a árboles, de plaza a casas, de árboles a otros árboles… Los papás formaron puentes-arcoiris a sus trabajos, entre un trabajo y otro, puentes de las casas al colegio, al supermercado, a la feria de frutas y verduras, en la estación de gasolina, entre los parques, etc, etc. Cuando uno miraba la ciudad desde arriba, se veían miles de arcoiris, montones de puentes semicirculares, de colores, de luz, super brillantes. Estaba lleno, todo unido, lleno de miles de puentes-arcoiris que resplandecían, haciendo que toda la ciudad estuviera encendida, coloreada y conectada. Todos unidos, llenos de luz y color como si estuvieran de fiesta todo el tiempo! Cada cierto rato se veían personas viajando por encima de los puentes, contentas, divirtiéndose, porque todas, todas esbozaban una sonrisa por la cosquilla de la subida y la bajada del puente arqueado.

-Yupiiiii!!! Ahora tenemos un poder mágico!- exclamaron los niños entre saltos y risas recordando su aventura y sintiendo cómo la luz de los puentes de colores les iluminaba la cara y el corazón!.

-Ja! Está lleno de puentes-arcoiris!- le comentó su amigo al niño -y se llena cada vez más-.

-Sí- le respondió el niño –cuando haces un puente entre corazón y corazón, puedes hacer un puente entre cualquier cosa.

-Y entre cosas contrarias?- preguntó el amigo.

-Pues para eso son los puentes!!- respondió el niño.

-Jajajajaja siii es cierto!- Y ambos se echaron a reir.

 

FIN

 

Por Constanza Berríos Guzmán

 

 

 

 

 

 

 

 

FIN

 

Constanza Berríos Guzmán

Psicóloga

 

 

 

 

 

 

 

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