La vida asoció lo masculino a la fuerza y nosotras nos sentimos atraídas de forma innata, por ella. La fuerza se entrelaza a la naturaleza de ellos desde el principio mismo de los tiempos, cuando cazaban mamuts mientras ellas mantenían encendido el fuego y amamantaban a los hijos.

¿Porque si miles de siglos pasaron y casi nada es lo mismo, esa verdad sigue de pie? Porque el cambio y lo que no cambia, son las dos caras de la moneda de la existencia. Debe haber parámetros fijos, para que haya parámetros que se modifican y el conjunto tenga sentido. Puedo pulsar cualquier letra de este teclado y construir a gran velocidad las palabras que desee, puedo porque las letras están siempre en el mismo lugar, fijas, predecibles, estables.

Lo fijo en la creación son las leyes, los principios. Lo cambiante es la consciencia de los seres que progresan a través de los distintos niveles, en ese viaje que les lleva a completarse. El viaje de la luz. El viaje de la consciencia.

Nos gustan los hombres fuertes, porque lo que no cambia, es que en la danza entre lo femenino y lo masculino, las cualidades de uno construyen al otro. La luz de uno, hace crecer al otro. Lo que sí cambia – y mucho – es la definición de fuerza.

En un registro inicial, fuerza fue fuerza física y así sigue siendo en el reino animal, es el macho más fuerte quien se queda con las hembras para que la especie mejore. Que en la dimensión humana el aspecto básico de la fuerza, siga teniendo un lugar de cierta importancia, habla de que necesitamos con urgencia aumentar la claridad, para el bien de todos.

Muchos hombres entrenan sus cuerpos para correr más rápido, nadar más lejos, tener músculos más grandes, levantar mas peso. Los músculos de acero no son sinónimo de fuerza, si flaquea la escala de valores y la voluntad no está templada para cambiar adentro.

Muchos hombres definen su actitud competitiva como fuerza, en realidad solo es actitud competitiva. Cuando la fuerza es verdadera uno lucha por aumentar su consciencia, sus virtudes, sus talentos y lo hace sin competir con nadie, más que con uno mismo.

En cuanto al deseo de dominio cuando la fuerza es verdadera, dominar, coaccionar y oprimir se ven como lo que son, debilidades que causan sufrimiento. Cuando la fuerza es luminosa, uno ofrece lo que es para que otros crezcan. Enseñar, compartir, apoyar son formas naturales de dar. Dar es la nota del corazón.

No pocas veces creen que ser fuertes es ser callados y ser capaces es no pedir ayuda. La realidad es que la verdadera fortaleza emocional es condición de la comunicación profunda, que a su vez es condición del amor. Solicitar ayuda es signo claro de autoestima sana, esa en la que no hay que aparentar ser lo que no se es, ni poder lo que en este momento no se puede. La máscara de autosuficiencia impide construir vínculos hondos, duraderos y enriquecedores.

Muchos definen su éxito financiero como fuerza, sólo es exitoso con el dinero quien lo gana por métodos correctos y lo utiliza con consciencia. Los caprichos, las ostentaciones y la vanidad son debilidades. Es licito conducir un coche caro o llevar un reloj hermoso, siempre que no se presuma de ellos. Si uno presume, carece. Si uno presume delata que esos objetos y el estatus a ellos asociado, le validan. Si los valores son los del tener, falta luz a raudales.

Muchísimos hombres consideran su interés sexual por muchas mujeres, como parte de su virilidad y su fuerza. Expresiones como “muy macho”, “ muy hombre” referidas a infidelidades, promiscuidad y a la sexualidad como una compra-venta, son habituales en todos los países y niveles culturales. Resulta que la consciencia es la consciencia, no sabe de países ni de niveles culturales. No lograr ser fiel, mas que una libertad es una debilidad. No tener capacidad de compromiso, más que una elección es una flaqueza. Los principios, no cambian.

La verdadera fuerza los hace fascinantes. Cuando la poseen son discretos y humildes; tienen, saben, pueden; pero no alardean. Son generosos, dan y disfrutan haciéndolo; no tienen el acento puesto en adquirir, aprovecharse, recibir. Son sencillos y eso se traduce en un aprecio por lo simple, que les hace irresistibles. Expresan sus sentimientos, son sinceros y asertivos. Son valientes, al no temer quieren bien.

Quieren bien en la fase del romance, buscan conocer profundamente a la mujer que están descubriendo, por oposición a impresionarla, y sostienen su interés con coherencia en acciones y palabras. Quieren bien a la madre de sus hijos, se mantienen estables en la fase en que ella necesariamente se retira, sin competir con los niños por su cuota de atención. Quieren bien, si llega el momento de partir y se van noblemente.

No sólo las mujeres, sino el mundo entero necesita más y más hombres que encarnen la verdadera fuerza. Son más hermosos que el cañón del Colorado, e igual de grandes. Más inspiradores que un atardecer, e igual de mágicos. Más necesarios que la lluvia, e igual de fecundos.

Es posible que llamar debilidad a la debilidad, ayude a disipar la confusión y facilite el despliegue de luz, que la verdadera fuerza lleva consigo.

Es posible que ellas pueden contribuir mirándose de forma luminosa, mirándoles de forma luminosa. Ellos no necesitan tener todas las virtudes de la fuerza, para ser magníficos compañeros, pero sí necesitan unas cuantas. No conformarse con hombres que teniendo dificultades, se rehusan a trabajar su carácter, es atesorar lo femenino. Valorarlos, agradecerles, amarlos por la luz que sí tienen, es atesorar lo masculino. Solo así atesoramos el encuentro.

Seguro ellos pueden contribuir, abrazando la luz que en su corazón llevan consigo y así no dejan de crecer, definen bien sus desafíos y honran lo femenino en ellas, en la Madre Tierra y en los frutos recibidos.

 

ISABELLA DI CARLO

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