La mayor revolución posible sucede el día en que decidimos dejar de no ser. Cuando somos por cumplir, por no ser juzgados, por complacer, por quedar bien, por sobrevivir o competir, somos mercenarios. Y no es eso lo que somos.

No vinimos a vendernos al mejor postor, ni a cambiar la dignidad por seguridad, ni la libertad por el poder, ni el placer por la felicidad.

Nos ofrecen sacrificar la libertad al bienestar, y construir un estado en el que tendremos un poco mas de las migajas y mucho menos de nosotros. ¿Y si simplemente escapáramos al tráfico de rutinas grises? ¿Y si pusiéramos rumbo a la naturaleza para emprender el sueño de las olas, el sol, la nieve, el otro? ¿Y si pudiéramos entre todos reconstruir el mundo sagrado del nosotros?

Una gran revolución sucede cuando te reconoces y te quieres y un día en vez de tantas condiciones y expectativas que le pones a la vida te decides a dar lo mejor de ti.

Lo que el mundo necesita hoy no son esas supuestas grandes transformaciones que lloverían desde arriba como maná del cielo, y que son en realidad migajas que se dejan caer desde las multinacionales y todo el poder subordinado.

El verdadero poder lo tiene cada quien cuando decide dar más de lo que es, que de aquello que tiene.  Es el poder de compartir, porque al dar nos entregamos. Es salir de la dimensión del paternalismo y los limosneros, abandonar la senda de la dependencia, dejar de implorar lo que sobra o se derrama de quienes derrochan los excesos de lo que a la gran mayoría falta. Porque ningún ser humano es digno de migajas.

Darse suscita el sentimiento recóndito de unidad que surge al reconocer que un cauce común llena de sentido y hace grandes todas las pequeñas acciones de la vida. Es el presentimiento de que al entregarnos creamos la corriente de una causa que discurre por el cauce de la gran corriente de la vida. Escribir, barrer, sonreír, orar, son como gotas de agua que se llenan de sentido cuando su fuente es el amor.

La tierra solo necesita que des lo mejor de ti.

No importa tanto cuánto das, importa sólo esa bella y única cualidad de ser que te hace tan único/única, como tus huellas digitales. La tierra toda necesita hoy el ADN irrepetible y único de tu amor.  Necesita que compartas tu buena voluntad y con ella la apertura del corazón que irradia paz.

Necesitamos la paz que ya eres en el fondo mismo de tu ser, esa paz que puedes compartir cuando entregas lo mejor de ti. Necesitamos todos de tu buena voluntad, como una actitud dispuesta para el bien común porque todo aquello que generas con responsabilidad conduce a un grado mayor de libertad.

 

Jorge Iván Carvajal Posada

 

 

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