NAVIDAD ES NACER A LA LUZ DEL ALMA

La Navidad ocurre la noche del 21 de Diciembre, no la del 24; el Solsticio es el sagrado momento en que nace el Salvador. Así como Buda nace en la luna llena de Tauro, así Jesús nace en un momento astrológico especial; porque los grandes seres están en conexión a la vida mayor, conexión al zodiaco, a energías de amor y luz que pueden canalizar en bien de la humanidad. Como meditadores podemos sintonizarnos a esa alineación, cada año y recibir en presente una energía que nos facilita abrir el corazón.

Se dice que no hay distancia más larga en el universo que la que va de la cabeza al corazón. Aquí decimos, no hay viaje más sagrado. La Navidad es mucho más que la celebración de un acontecimiento ocurrido hace dos mil años, es la oportunidad actual, de que Cristo nazca en el corazón humano.

¿Qué ocurre cuando el corazón se abre? Que la pureza, la inocencia, la cordialidad, la ternura, implícitas en el nacimiento en Belén, conforman en nuestra personalidad un campo magnético atractivo al alma… y el alma puede descender y relacionarse de forma íntima con la personalidad.

La Navidad, El Nacimiento en Belén, es ni más ni menos que un nacimiento a la Luz del alma. Si meditamos en el día del Solsticio de Invierno, favorecemos ese proceso de gradual y profunda conexión entre la personalidad y el alma, construimos el puente.

El Solsticio no sólo es el momento de noche más larga (Jesús nace en el hemisferio norte) y por tanto el instante en que comienza a aumentar la luz; sino también la entrada de la energía de Capricornio y el inicio del arco del sol en dirección al Norte. Capricornio da la fuerza de ascender a la cumbre, y la cumbre es el alma.

La meditación sugerida reúne de forma implícita, los símbolos de Capricornio y del Nacimiento.

MEDITACIÓN

Esta meditación fué dada por Jorge Carvajal en un retiro, está editada para que sea comprensible a quien no estuvo presente.

1-     Sentados con la espalda en posición vertical, respiramos profundamente y aflojamos toda tensión. Centramos la consciencia en el corazón, lo vemos como un sol radiante. Visualizamos la luz del alma (que podemos imaginar como un loto de 12 pétalos a unos 40 – 50 cm sobre la cabeza) descender al séptimo chacra (un sol más pequeño más cercano a la cabeza) y de allí al corazón. Sentimos una paz profunda. Permitimos que la luz circule por todo el cuerpo físico.

2-     Proyectamos la luz del corazón junto con un sentimiento de amor a todos los miembros del grupo, los que están físicamente presentes y los que este día no han podido asistir. Sentimos que al hacerlo formamos una serie de triángulos de luz y tejemos una red, sentimos que cada uno de ellos nos complementa.

3-     Visualizamos al grupo entero como un punto de luz, lo vinculamos a todos los demás grupos, en todos los lugares del mundo realizando esta meditación en este momento. Visualizamos líneas de luz formando grandes triángulos equiláteros en toda la superficie de la tierra. Imaginamos que el amor, la inteligencia y la voluntad de bien circulan por esa red.

4-     Pronunciamos con reverencia todos juntos la Gran Invocación.

5-     Ahora visualizamos una majestuosa montaña nevada y con vívida imaginación nos situamos en algún lugar entre la base y la cima. Miramos hacia atrás: vemos y sentimos todo el camino recorrido durante el año, a lo largo de la vida. Vemos los tramos amables, gratos, fáciles, los momentos luminosos en que pudimos contemplar el amanecer, compartir el viaje con seres amados que nos protegieron, escuchar las cascadas, ser trino con los pájaros. Vemos también el camino en sus pasajes peligrosos, sus tramos oscuros, recordamos las tormentas. Visualizamos los momentos en que el ascenso a la Montaña del alma, Capricornio, se hizo extenuante, tan difícil que quisimos renunciar.

6-     Ahora miramos hacia la cumbre, vemos los pinos nevados, el manto blanco alfombrando nuestra senda, sentimos la pureza del aire, sentimos el sol radiante en el rostro y permitimos que una fuerza inquebrantable nos inunde. Sentimos que tenemos toda la voluntad para avanzar.

7-     Sintamos ahora que hemos llegado a la cima de nosotros mismos, la cima de Capricornio, la Montaña Sagrada, ese lugar donde podemos nacer a la primera gran expansión de la conciencia, a la Primera Iniciación. Sintamos que nosotros somos ese niño desnudo que nace con Jesús en Belén. Sintamos que tenemos la naturaleza muy cerca, y todo hace parte de nosotros: las estrellas, el frío de la noche, la nieve, el aliento de la mula y el buey, la proximidad del reino animal que nos protege.

8-     Visualicemos una cabaña o pesebre sencillo, cálido veamos su puerta abierta, entremos. Visualicemos que desde Oriente vienen los tres Sabios, que representan la Voluntad, el Amor y la Sabiduría, y que los tres habitan ya en nuestro corazón y sólo esperan que el tiempo les de posibilidad de desplegarse con todo su poder.

9-     Sintamos que hemos sido paridos por la Madre más pura, por la misma Tierra Virgen; que somos semillas florecidas de la Tierra en esa noche de Navidad en la cima de la montaña. Sintamos que allí, reconociendo nuestra sencillez, nuestra vulnerabilidad, nuestra ternura, sin más vestido que el amor de nuestro corazón, podemos comunicarnos con Él, podemos llevar la Buena Nueva, la noticia del amor, de la hermandad de la humanidad. Sintamos que en esa noche de Belén, despojados de toda confusión, somos el alma. Que la estrella de Belén que nos alumbra, fecunda nuestro corazón.

10- Sintamos que todos en la estrella de Belén y en la Noche de la Paz podemos nacer a la integridad de ser humanidad. Allí somos humanos porque somos hermanos, allí somos de veras hijos de Dios: ese es nuestro mínimo común denominador. Allí, nada nos puede separar porque nuestra humanidad desnuda revela esa hermandad, que nos viene de ser hijos de un mismo Padre. Sintamos que somos hijos de un solo Padre, de un solo Señor. Que Él fecunda nuestro corazón donde nace el Hijo: la Conciencia Crística. Conciencia que no es otra que la del Aprendiz, con su humildad, su desapego y su serenidad.

11- Sintamos que en esa noche de de paz podemos nacer a las 12 condiciones del alma:

La Responsabilidad: que no sólo por nosotros, sino por todos los otros podemos responder, porque todos son nuestros hermanos.

La Inclusividad: que todo lo podemos incluir porque en el tesoro del corazón puro cabe toda la humanidad.

La Participatividad: Que todo lo podemos dar, que podemos participar de lo que somos.

La Soledad: Sintamos que en esa Noche de la Paz nacemos también a la sagrada soledad en la que somos nuestra propia compañía.

La Serenidad: Sintamos que podemos profundizarnos en el océano de nuestra vida y alcanzar la Serenidad.

La Calma: Que podemos comunicar esa Serenidad a los demás y generar la calma del alma en nuestro entorno.

La Impersonalidad: Sintamos que podemos llevar ahora una vida impersonal porque nuestra personalidad es el instrumento del alma, porque nuestro cuerpo, toda nuestra energía y toda nuestra vida están consagradas al alma, que es el sentido de nuestra vida.

El Desapego: Sintamos ahora que nuestra riqueza es nuestro desapego, que podemos desapegarnos porque reconocemos en nosotros la vida permanente. Que ya no nos importa morir porque sabemos que cada morir es un renacer, que podemos nacer a la vida abundante cuando somos conscientes de que nuestra riqueza es nuestra capacidad de renunciar y desapegarnos.

La Divina Indiferencia: Sintamos que como almas somos indiferentes a lo que no es esencial, que aprendemos a reconocer en nuestra vida lo fundamental. Que ya no vamos a matar el tiempo, que ya no necesitamos perder el tiempo, ni llenarlo de superficialidades, porque reconocemos lo esencial y así nuestra vida cotidiana se llena de sentido.

La Intuición – Sintamos que como almas podemos nacer a la visión amplia de la intuición, que podemos captar ya no las partes, sino las totalidades.

La Sabiduría – Sintamos que, como Almas, podemos vivir la sabiduría en nuestro corazón porque ya no sólo conocemos sino que nuestro conocimiento se vuelve sabiduría existencial, sabiduría viva del sentir del corazón, cuando podemos actuar, pensar y sentir de corazón.

La Libertad Sintamos también que el Sendero del Alma es un camino hacia la Libertad. Que aunque estuviéramos en una prisión, que aunque viviéramos las condiciones más terribles, en nuestro corazón podemos ser libres, porque la nota clave del alma es nuestra libertad; y nuestra máxima libertad se expresa en nuestra capacidad de servir. Que ahora, hoy y siempre tenemos la posibilidad de servir: de servir a la planta, a la flor, a la roca, a la tierra que pisamos, al agua que bebemos, al animal que nos prestó su cuerpo, al vegetal y al mineral que hacen parte también de de nuestro templo; servir a nuestra humanidad y crecer desde la humanidad hasta el Sendero del Alma, que es el Sendero de la Libertad.

12 – Sintamos así que las 12 estrellas, las 12 constelaciones del zodíaco, los 12 pétalos del corazón, los 12 discípulos del Maestro, las 12 propiedades del Alma, están vivas en nosotros cuando podemos nacer en el corazón a la Navidad, cuando somos la Navidad. En esta Navidad nacemos a nuestra humanidad, y podemos sentirnos humanos, como hermanos. Podemos sentir que hacemos parte de la Voluntad, de la Inteligencia y del Amor de un solo Padre, habitantes del mismo Hogar.

13 – Nos preguntamos de todas las propiedades del alma, de todas las virtudes del carácter cual deseamos sembrar hoy, en este momento en el que la siembra es la más fértil posible, en este momento en que la persistencia, la constancia, la entereza de Capricornio están a nuestra total disposición.

14- Llevamos las manos al corazón y asumimos el compromiso de nacer, cada instante, a la vida más abundante: El Amor de Cristo en nuestro corazón.

15 – Cantamos juntos el OM

16 – Regresamos a la atención externa con un sentimiento de gratitud por el don recibido.

RITUAL DE SIEMBRA

Quien lo desee puede concretar la siembra de forma física escribiendo en un papel la virtud que desea cultivar en el ciclo que se inicia hasta el próximo Solsticio de Invierno, la Próxima Navidad. Luego de escribirla la sembramos en una caja, o vasija que contenga sal gruesa, el símbolo de la tierra, y al año próximo la podemos mirar y evaluar.

AUTORES – Jorge Carvajal e Isabella Di Carlo

 

 

 

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